Ciudad Residencial de Perlora

Grupo Mapa Sonoru. (9 mayo 2015)

El complejo vacacional de Perlora (Carreño) nace en julio de 1954 como “Ciudad Sindical” por iniciativa de la Obra Sindical de Educación y Descanso de los sindicatos verticales franquistas y bajo el impulso decidido de Servando Sánchez Eguíbar, Delegado Provincial de Sindicatos. 

Se trataba de un proyecto innovador en su época para proporcionar vacaciones en la costa a los productores de las empresas asturianas y sus familias, que se financiaba mediante las cuotas de trabajadores y empresarios, y la minería y las grandes empresas asturianas constituyeron su núcleo vertebrador desde sus inicios. 

El complejo se encuentra en una planicie costera de la parroquia de Perlora, llamada Llanos, un sitio idóneo para implantar la primera Residencia de Productores de la región. Se trataba de un conjunto de fincas de 359.065 metros cuadrados situados en un promontorio de caliza de montaña que quedaba delimitado al Este por la playa de Carranques y al Oeste por el río Espasa y la Ensenada de Perán. A lo largo de su costa se sucedían pequeñas calas como la de Los Curas o la de Entrellusa, la Isla de Perlora, zonas de acantilados  en el tramo Entrellusa-Socampos, y la playa de cantos de Huelgues, cerrada por una sucesión de islotes que se convertían en rompeolas naturales. El relieve interior es suave, con pequeñas elevaciones que alcanzan sus máximos en la Punta Socampos y en el promontorio junto a la ensenada de Perán. Entre desniveles y depresiones, con dos vertientes dirigidas a las playas principales, surgían diversos afloramientos rocosos de caliza con vetas cuarcíticas.

Al sur, creando un límite físico que aislaba esta zona del resto de la parroquia, se situaba la línea de ferrocarril Gijón-Avilés, conocida como El Carreño, con apeadero en la zona. 

El complejo contaba con un gran establecimiento residencial, la Residencia “Jacobo Campuzano”, comedores y cocinas, lavandería, capilla, tiendas y otras áreas comunes para atender a los veraneantes alrededor de las cuales se construyeron 273 chalés individuales, en manos de instituciones (Ayuntamientos, Caja de Ahorros) y empresas (ENSIDESA, HUNOSA) 

En su momento de mayor actividad, en los años sesenta y setenta, contaba con una plantilla de más de doscientos empleados que atendían a una población vacacional de unas mil quinientas personas cada año. 

A partir de 1975 el complejo inicia una lenta pero continuada decadencia, fruto de las transformaciones políticas y sociales. Con la llegada de la democracia la gestión pasó primero al Ministerio de Trabajo y, posteriormente, al Principado de Asturias. 

En noviembre de 2006 la administración autonómica cierra definitivamente el complejo con vistas a su privatización. El 23 de octubre de 2007 se hace público el informe preliminar de adjudicación de la gestión de la Ciudad Residencial Perlora a un consorcio de empresas asturianas por un periodo de 50 años con vistas a su explotación turística, sin embargo por diferencias entre la administración pública y el consorcio adjudicatario el proyecto se suspende y en agosto de 2010 se revocó la licencia de explotación alegando el incumplimiento de los plazos previstos. 

A lo largo de 2014 y 2015 se han llevado a cabo diversas actuaciones menores de las zonas verdes, instalaciones deportivas y el sistema viario, dado su estado de abandono. Igualmente, se realizó una intervención superficial de carácter paliativo sobre los chalets y edificios dotacionales. En la actualidad el complejo se halla en un estado de semi-abandono y de profundo deterioro.

No obstante, sigue congregando a multitud de visitantes todos los veranos que se acercan a disfrutar de sus playas y sus áreas de recreo. Deportistas y vecinos de Candás, que se acercan a pasear, son también usuarios habituales de las instalaciones, en las que pese a la situación actual, aún resisten algunos negocios de hostelería en época estival.

El Sábado 9 de mayo de 2015 fuimos a la Ciudad Residencial de Perlora a escuchar su paisaje sonoro. Y para ello que mejor cosa que realizar un paseo sonoro por sus diferentes zonas.

Después del paseo sonoro, estuvimos intercambiando las sensaciones que habíamos tenido y a continuación nos dispersamos para realizar grabaciones de campo

Juanjo Palacios


Imágenes: Giovanni Lanterna / Juanjo Palacios 

Deprendiendo a poner la oreya d’otra manera, por Llorián García Flórez

El pasáu sábadu foi pa mi día d’estrenos: yera la primera vez que participaba nun paséu sonoru y tamién la primer salida de campu que facía col grupu de trabayu del proyectu Mapa Sonoru. 

El recuerdu que guardo d’esta esperiencia ye altamente positivu. D’un llau el paséu sonoru fízome esperimentar la escucha d’una manera diferente, ayudándome a tomar consciencia de la multiplicidá de soníos que producimos constantemente y que nun siempre advertimos. El pisar el suelu, el rozar los zapatos escontra’l camín, el pasar p’ente la pación, el pisar prau recién cortao, el movimientu de la cremallera’l mio cabás chocando al caminar… too ello entamó a sonar en mi a los pocos minutos d’entamar el paséu, conformando una «eco-sinfonía» de lo cotidiano que nun siempre somos a escuchar. 

El fechu de que munches veces ignoremos estos soníos nun pinta ser dalgo neutral. Nun se trata simplemente de despistes casuales o de fuercies «ocultes» a descubrir. Mui a la escontra, nel campu la antropoloxía de los sentíos lleven tiempu trabayando pa repensar dalgo qu’históricamente tuvimos bien naturalizao n’occidente. Al contrario de lo que munches veces camentamos, el dominiu de lo sensible nun ye dalgo dao en por sí, sinón que varía en función del contestu cultural (ya históricu) nel que nos asitiemos. 

Nesti sentíu, el paséu sonoru valióme permuncho pa entamar a desendolcar una mayor sensibilidá sensorial, fundamentalmente al traviés del soníu (ser quien a oyir más y meyor); pero non solo. Por exemplu, a lo llargo’l tiempu que duró la esperiencia tamién dediqué una bona parte d’ella a escuchar y sentir dalgunos soníos nos que l’oyíu y el tactu xueguen, dambes, un papel importante: el roce de la pación escontra les mios pates; l’aire pegándome na cara, nos brazos y nes oreyes; l’arrastrar la mano per una piedra o per diferentes superficies… toes elles son práctiques sonores qu’a la escontra del ideal modernu de l’autonomía de los sentíos, planteguen, como tuviera dicho Rancière, cierta reintegración de lo sensorial. 

Enantes de finar la salida tuvimos un tiempu nel que pudimos grabar dalgo de soníu al nuesu xeitu. Nel mio casu opté por facer poques grabaciones. Tuve un cachu echáu nun parque cola pación ensín segar onde había munchos grillos, acerquéme con procuru, y ellí tuve un tiempu. Grabé un poco del soníu de los grillos y l’aire, y siguendo con esti interés míu pola interdependencia sensorial, saqué dalguna foto. 

Na otra grabación que fice l’oxetivu foi inscribir el soníu del aire al pegar escontra la pación. Chocóme bastante esi soníu y foi esa idea de movimientu la que tamién quixe capturar coles dos semeyes que fice. Dempués de too, al final, el soníu tamién ye movimientu.